Tomado de un artículo del filósofo argentino Tomás Abraham
–Me parece que cuando se habla de educación, se simula. Todo el mundo habla de educación: dirigentes empresariales, fundaciones, periodistas... Es como hablar de ética: todo el mundo habla de ética, y todos están a favor.
A mí me gusta hablar de enseñar, es decir, de lo que pasa entre maestros y alumnos. ¿Qué es enseñar, aprender, estudiar? Eso es lo interesante y es un tema del que nadie habla.
Hay una indiferencia social y cultural hacia el profesor de matemáticas. No hacia el que contiene al chico, a la educación sexual, al arte de vivir, al gabinete psicopedagógico, a los derechos humanos. Para eso hacen cola. Pero el profesor de matemáticas está solo.
El tipo al que le gusta enseñar, que lo siente, que le importa, no tiene director de colegio, ni periodismo, ni los elementos ni los recursos para desarrollar sus ganas.
Lo mismo el alumno: da lo mismo si se copó o no se copó con la materia. No hay cosa más frustrante que un tipo que tiene ganas y no le dan lugar para sus ganas.
–Nadie se enseña a sí mismo, uno aprende de otros. Un libro es un maestro, los profesores son maestros. Un alumno tiene que hacer su propio camino: eso es un discípulo, alguien que hace su propio camino, que no lo podría haber hecho sin el maestro. El tema está en cómo te separás.
El maestro se va a quedar solo, todo buen maestro se queda solo.
El maestro que está todo el tiempo con las ovejas dentro del corral no es un maestro, es un tirano. Pero la autonomía siempre tiene que ver con una relación.
Hay maestros que te guían hacia tu autonomía. Hay otros que no: les preocupa que no seas desobediente y no te apartes de la línea.
–El tema es aprender, la mística del aprendizaje. Aprender es algo extraordinario. Lo saben los bebés, el bebé no da abasto del asombro.
¿Qué es aprender? Descubrir el mundo en el que uno vive. El mundo es muy grande y, mientras estamos en él, aprender es vital. Si no aprendés, te morís.
Aprender biología, física, química, filosofía, cine, arte te va abriendo el panorama del mundo. Es viajar con la mente y el cuerpo.
Eso pasa en una escuela: es lo que te da el profesor, que además está él mismo en pleno proceso de aprendizaje. Hablamos de educación, pero nunca hablamos del oficio, del trabajo de estudiar. Estudiar es trabajar, y trabajar implica esfuerzo, dificultad, frustración, goce. Y además te cambia. Uno no es el mismo: hay una especie de conversión.
–Creo que lo importante es señalar la indiferencia general hacia el estudio.
De lo que se trata es de trabajo, y el trabajo del profesor es enseñar y aprender. Y el del alumno es estudiar. Entonces tenemos que ser muy exigentes en eso, como los coreanos y los chinos, los nuevos dueños del mundo.
Darle importancia al estudio es darles importancia a los estudiosos, reconocerles el mérito, estimularlos. Sin ninguna finalidad externa; ni para hacerse más rico, ni para ascenso social: todo eso es por añadidura.
Simplemente porque es algo vital: la gente se enriquece si estudia y si aprende. Y si no, se embrutece. No hay término medio.
La famosa “autonomía” tiene que ver con la posibilidad de elegir, y de tener recursos para poder decir que no. La gente tiene mucho miedo de decir que no, porque se queda sola. Rebelarse no es ocupar un colegio. Rebelarse es tomar otro camino, y eso implica construir. Ocupar un colegio no es ningún laburo.
Eso de que “tomás conciencia de tus derechos”… ¿y los deberes? El derecho se los da la Constitución: te pongo el aula, el colegio y el profe para que vos mañana le des algo a la sociedad. Y si no le das nada a la sociedad, estás en deuda.

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